Conclusiones del IV Congreso Internacional de Abordaje de Conflictos
El aporte de los distintos expositores ha sido muy rico e intenso y, por supuesto, en pocos minutos sólo podremos rescatar lo más esencial; sin perjuicio que la mirada de cada uno de los participantes logrará extraer otras conclusiones enriquecedoras.
La doctora Raquel Munt acompañó la mística del Congreso afirmando que debemos abrir el espectro de la mediación hacia otros horizontes.
Atilio Álvarez insistió en que para construir la Paz hay que reflexionar sobre las causas de la privación de seguridad y luego, buscar caminos nuevos para encontrar el equilibrio, especializando el método de respuesta para cada caso.
A su vez, Taccetti nos recordó que una sociedad desbordada es aquella que se manifiesta a través de las necesidades básicas, no satisfechas, de las personas que la constituyen.
Esto supone referirnos a la prevención que, dentro del proyecto de construcción de Paz de Equipo IMCA, reclama la búsqueda de los medios necesarios para lograr la satisfacción de tales necesidades, como presupuesto de una convivencia en Paz.
Por su parte, Vezulla puntualizó, en sintonía con lo anterior, que es menester tener un proyecto de futuro, estos es, descubrir qué Paz queremos; y él puso el acento en la Paz de la inclusión, el respeto, la apropiación responsable y la solidaridad. Y, como método para llegar a ello, destacó la fluidez mental, la participación ciudadana y la responsabilidad.
El desarrollo de estos procesos de participación y responsabilidad se vio muy claro en la experiencia que desarrolló Almeida con relación a la cooperativa del barrio de Monte Chingolo. Allí, aún en tiempos en que en Argentina no se conocía la mediación, se abrió un espacio donde los conflictos se abordaron desde la reflexión y el consenso.
Como en todo proceso de construcción de Paz es necesario visualizar el tema de los derechos humanos, como premisa para valorar si las necesidades de las personas se encuentran satisfechas. Wright, Rendón y Tellechea, han reflexionado sobre distintos recursos para lograr la contención y resolución de conflictos, a través de los intereses de todos los involucrados, la abolición de toda discriminación y la posibilidad de libre y fácil acceso al tratamiento de la conflictividad.
El análisis antropológico y filosófico que realizaron Ferré y Picón con relación al tema de unidad en la diversidad nos abrió un interesante panorama para reflexionar y nos permitió descubrir que construir sobre la diversidad no se resume en la tolerancia, sino que nos abre la posibilidad de construir un pueblo, significando ello una unidad multiforme donde todos podemos vivir en conjunto sin exclusión.
También nos ayudó a confirmar que es necesario educar las emociones, comenzando por casa, es decir, por las emociones del operador en abordaje de conflictos.
Es interesante la coincidencia de Vezulla y Picón cuando señalaron la íntima relación entre lo que hacemos al otro y su repercusión en nosotros mismos, que se resumió en la expresión “destruir al otro es destruirse a sí mismo”; lo cual pone en evidencia el contenido ético de las relaciones humanas y la convicción, que siempre remarcamos, de que el otro nos constituye.
Por todo esto, resultó de mucho interés la presentación de Messineo y Dappello, quienes describieron, desde la práctica, el funcionamiento del centro de mediación comunitaria como modo de promoción de los derechos humanos.
Las reflexiones de Cecilia Ramos Mejía no pueden resumirse en pocas palabras, sin embargo, tenemos la seguridad que nos ha ayudado a todos a descubrir algo muy importante: que la mediación es un recurso de supervivencia de la humanidad. Esta afirmación es para que tomemos conciencia de la importancia de nuestra profesión.
Rescatar la importancia de repensar la identidad del ser humano, ha sido un aporte muy rico y, mucho más aún, descubrir que el cerebro humano está hecho para la trascendencia, mediante la colaboración.
Coincidiendo con María Laura Picón, Cecilia propuso la necesidad de alfabetizar las emociones y la posibilidad de provocar un salto de la competencia a la colaboración, para producir una revolución planetaria que supone un cambio de modelos mentales para crear una sociedad mundial con conciencia de unidad.
No podemos obviar las ponencias particulares que han aportado un caudal de experiencias desde distintos lugares del país, que nos permiten mirar hacia el futuro con esperanza.
Los dos últimos paneles nos han abierto un panorama poco explorado. La claridad con que Capón Filas nos explicó qué entiende por contestos vulnerables, que son aquellos en que se conjuga la capacidad con la necesidad de ayuda, para concluir que la vulnerabilidad es un problema de solidaridad política.
La confirmación del contenido ético de las relaciones humanas, que se basan en la solidaridad, porque somos uno y eso nos permite mirar la vida desde el lugar del otro.
Y su conclusión, tan especial y tan sensible al corazón humano, que nos impone al abordar los conflictos, la necesidad de acercarse, ayudar y empoderar.
Isolina Dabove acompañó estas reflexiones con sus acertadas explicaciones sobre el problema de la vejez y nos dejó una enseñanza fundamental, la utilidad de los métodos pacíficos de abordaje y la necesidad de capacitar gerontológicamente a los operadores que tomen a su cargo la tarea de trabajar con los adultos mayores.
Peragallo, por su parte, nos enfrentó con la cruda realidad de admitir que muchos de nuestros niños y adolescentes son víctimas de una humanización incompleta y destacó la importancia de los vínculos, especialmente los vínculos tempranos.
Mientras que él y Guillermo González nos infundieron aires de esperanza, convenciéndonos que desde nuestra tarea es posible ayudar a crecer.
Josefina Semillán puso el broche de oro, invitándonos a descubrir la novedad en la mismidad, reforzando así la idea propuesta por Cecilia Ramos Mejía respecto de la importancia de repensar nuestra identidad.
Al sostener la necesidad de “ir a” y no a “esperar de”, nos instó a aprovechar los tiempos de espera para fomentar la esperanza; sosteniendo que la cadena de la vincularidad humana se mantiene a través de las acciones que ponen en evidencia respecto del otro, el “sos”, “me importas”, “vales”.
No nos cabe duda que todos estos aportes contribuirán a perfeccionar nuestra tarea en el camino de construcción de la Paz.
Hasta el próximo Congreso.